José de San Martín, como figura política y militar, poseía un elemento humanitario, místico, abstracto al tratar de fundar un ideal de civilización ético. Ese ideal de la Independencia sobre la unión, de la libertad y del propio gobierno de los pueblos que auxilió su espada y su genio.
Estudiándolo en la complejidad de su persona y de su acción pública, se encuentra en el tipo del militar civil, es decir, del ciudadano, del hombre social y del contemplativo, por el campo de las ideas filosóficas nuevas y auspiciosas de la cultura moderna.
Un americano que un día lo abandonó todo porque entendió que las posibilidades de su misión libertadora habían concluido, aunque la empresa debiera recorrer nuevas etapas. Así procedió porque en conciencia estaba convencido de que no le quedaba otro camino que éste para cooperar mejor con la causa que había abrazado desde que resolvió dejar el servicio del ejército español.
El 19 de enero de 1822, en Lima, al delegar el gobierno para viajar a Guayaquil, Don José expresó: “Yo no tengo libertad sino para elegir los medios de contribuir a la perfección de esta grande obra, porque tiempo ha no me pertenezco a mí mismo, sino a la causa del continente americano”.
Todos sus quereres y trabajos estuvieron siempre ordenados por la recta conciencia del deber, por el amor al pueblo y por un irrevocable espíritu americanista. “Conductor -dice Ricardo Piccirilli-, estuvo en contacto con seres de distintas clases sociales; pasó entre las filas de sus regimientos vencedores, y como un instrumento accidental de la justicia, asignó responsabilidades, otorgó jerarquías y estructuró Estados. Libertador, fue aclamado por multitudes jubilosas; se asomó a los salones y a los estrados resplandecientes de luces y de pompas; escaló la cima del poder y repartió la gloria; más ‘agente del destino’, abdicó las preeminencias y el poder, y se marchó al ostracismo para dejar a la voluntad de los pueblos la elección de sus gobiernos”.
En este contexto, a Don José de San Martín, le tocó la tarea de ser padre y cuando el hombre se convierte en padre, da un verdadero paso en su vida. Desde un punto de vista filosófico, el hombre que se convierte en padre adquiere la conciencia de una nueva visión de su lugar en el mundo. Para el hombre, como en todas las especies, procura un sentimiento de ser útil, de tener su sitio en el mundo.
Es así que el 24 de agosto de 1816, nació Mercedes Tomasa de San Martín, hace 200 años cambió la vida del general, una luz que le dio otro sentido a su vida profesional. Es por ello que buscó los medios de educación adecuados a su hija, la acompaño hasta su edad adulta y así mismo, ella lo acompaño hasta el final de sus días.
En Bruselas, en 1825, el General San Martín redacta las Máximas para su hija. En ellas se encuentran las virtudes civiles del Libertador, y se puede advertir el amor, respeto hacia el prójimo, valores que permiten desempeñarse en sociedad y que aún siguen vigentes.
- Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que nos perjudican.
- Inspirarla amor a la verdad y odio a la mentiras.
- Inspirarla gran Confianza y Amistad pero uniendo el respeto.
- Estimular en Mercedes la Caridad con los Pobres.
- Respeto sobre la propiedad ajena.
- Acostumbrarla a guardar un Secreto.
- Inspirar sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
- Dulzura con los Criados, Pobres y Viejos.
- Que hable poco y lo preciso.
- Acostumbrarla a estar formal en la Mesa.
- Amor al Aseo y desprecio al Lujo.
- Inspirarla amor por la Patria y por la Libertad.
Ante esto, afirmamos que San Martín invistió la paternidad propia de los grandes, porque fue padre de nuestra patria y de otras naciones hermanas de América. Como padre supo educar a su hija y bregó por la educación de los pueblos a quienes dio libertad.
San Martín, como padre cabal, fue el formador de la conciencia moral de su hija. Las Máximas que dictó para guiar su educación, nos muestran a un padre preocupado en trazar las normas de conducta que hicieran de Mercedes una mujer virtuosa, es decir, una personalidad auténtica. Sabía que la virtud no se adquiere por repetición de palabras, sino por repetición de actos. Por ello conocía la necesidad de trazar líneas claras e ideales orientadores para conseguir actos nobles y correctos.
Las Máximas son actuales, constituyen un elemento necesario en todo plan de educación. Son una fuente de sugerencias, orientaciones, consejos, normas de conducta y de convivencia permanentes. Son guía para padres y maestros.
Como argentinos de este fin de milenio, nos preocupa recuperar la patria, es decir, recuperar el legado de los padres. Para esto debemos mirar el ejemplo de nuestros padres. Por eso, porque San Martín representa para los argentinos ese ideal, se solicitó al Honorable Congreso que instituya el día 24 de agosto como el Día del Padre.
El arraigo en las costumbres de festejar el Día del Padre el tercer domingo de junio, deviene de la recordación impuesta por la Asociación de Dirigentes de Ventas de Buenos Aires en homenaje a John Bruce Dodd, un norteamericano padre de nueve hijos que se convirtió en ejemplo de aquel pueblo.
Con el respeto que nos merece esta motivación, creemos que existen en nuestra historia hombres que representan nuestros propios paradigmas, sin contar para ello el número de hijos, sino la calidad del padre.
En este día tan especial saludamos a todos los padres que habitan este suelo, que cada día trabajan y dedican su tiempo y amor al cuidado de sus hijos, con el valor que se merece feliz día papá.