Comienza así un periodo de violencia sistemática, violencia a las libertades individuales y colectivas. Pero para entenderla debemos primero desarrollar analizar la realidad política del país del que partían los militares. El Proceso de Reorganizaciòn Nacional encontró dos responsables principales: el modelo populista de Estado y la protección de la industria que hacia el Estado. Ambos principios anteriormente relacionados a las Fuerzas Armadas, ahora aparecían como el lugar donde el germen de la subversión se desarrollaba (Novaro y Palermo, 2003; 34-35). Mientras en las etapas anteriores a 1976, se trató de proteger la industria, se propició en forma paralela, un pacto con el sindicalismo peronista a quién se les dió herramientas para lograr un desarrollo y poder sobresalientes. Sobre estos dos actores se van a centrar las Fuerzas Armadas para conseguir su disciplinamiento. Para alcanzar estos objetivos se ejerció tres tipos de violencia: la violencia de Estado, la violencia de mercado y la violencia psicológica del pueblo.
Como sostiene Perry Anderson, las dictaduras militares de los 60 y los 70 fueron ¨contrarrevolucionarias preventivas¨, cuya función principal fue traumatizar a la sociedad civil en su conjunto para romper cualquier idea de aspiración de cambio social. De este modo la Dictadura argentina combinó el objetivo de eliminar los sectores mas organizados de la clase obrera, los sectores más comprometidos de la sociedad civil en las luchas populares y la erradicación del intervencionismo estatal.
Según Waldo Ansaldi, la llegada al poder de la Junta Militar implicó la derrota y la negación de la política, entendida esta, como el lugar donde el valor más destacado y primordial, era la libertad. La Dictadura eliminó la política al pretender homogeneidad en la sociedad (un mismo pensamiento) que es diversa. Este proceso fue forzado y conlleva la suspensión de los derechos de los ciudadanos. La política de estos años dejó de ser pública, para pasar a estar privatizada y restringida.
En el caso de la Ciudad de Mendoza, los militares habían dividido el país en cuatro zonas para acabar con la subversión. Una para cada comandante. Al general Benjamín Menéndez le toco la faja de tierra paralela a los Andes, para el Tercer Cuerpo del Ejército, en donde estuvo Mendoza. Los Comandantes, en todos los casos, tuvieron más poder que los Gobernadores.
En Malargue, caducaron todos los mandatos de Concejales y se intervino el poder ejecutivo municipal. El interventor provincial Brigadier Mayor Jorge Fernández nombró interventora municipal a la Señora Marta Barcia de Salomón, quien estaba en contra de la situación política del país y cuyo esposo ya se encontraba desaparecido. Sin embargo según Rosa Bianchi de Porras “llevaba en sus fibras un gran amor por su pueblo”. Realizó importantes obras durante su mandato a pesar de la convulsión a nivel Nacional.
A treinta y ocho años del Golpe Militar del 24 de Marzo de 1976, los argentinos, actualmente en democracia, deben reflexionar sobre la importancia de la política y de la ciudadanía, la participación y la colaboración en los asuntos de gobierno. Hoy más que nunca estar presentes como portadores absolutos de la soberanía, ser el brazo fundamental de las decisiones del Estado, que de acuerdo o no, es un legado que debemos cuidar y hacer perdurar en el tiempo. Así generaciones futuras valoraran los cambios y el esfuerzo del Pueblo Argentino.