Dicho aparato fue diseñado por él mismo y es uno de los pocos desarrollos en Argentina de este tipo de instrumental.
Andres Travaini nació en Santa Rosa, La Pampa. Se crió en Rada Tilly, provincia de Chubut y luego estudió Ingeniería Electrónica en la UTN de Córdoba.
De naturaleza federal, en 2016 accedió a una beca que otorgaba el Instituto Nazionale di Física Nucleare de Italia para trabajar en el Observatorio Pierre Auger, donde en 2018 fue contratado de manera permanente.
Entre febrero y marzo de este año, se embarcó en un viaje de ensueño. El destino era la Base Belgrano II en la Antártida. “En total llevó, aproximadamente, un mes. Partimos desde Ushuaia a la Base Belgrano II en el rompehielos Almirante Irizar. Se realizó una escala intermedia en la base Orcadas para descargar materiales y la dotación de invierno entrante”, manifestó el ingeniero Travaini para Malargüe a Diario y continuó: “Luego seguimos viaje a Belgrano II. Desde Ushuaia a Belgrano II hay unos 10 días de viaje, este tiempo depende del clima y de la cantidad de hielo que se encuentre en el mar. En Belgrano II estuve una semana trabajando junto a científicos e Ingenieros del Instituto Antártico Argentino (IAA). Luego retornamos en el rompehielos hasta la Base Marambio, desde donde salió un avión con destino a Buenos Aires, con escala en Río Gallegos”.
Según informó el ingeniero Travaini, durante su estadía en la Base llevó a cabo dos tareas principales: la primera tuvo que ver con el apoyo al mantenimiento de instrumental científico de la Base y la segunda la prueba de un ionosondador de diseño y fabricación propios. “Un ionosondador, también llamado ionosonda o sondeador ionosférico, es un instrumento con un funcionamiento muy similar a un RADAR que emite pulsos de radiofrecuencia hacia las capas más altas de la atmósfera terrestre (100 a 700 kilómetros de altura) donde se encuentra la ionósfera, una capa ionizada. Estas capas generan un eco de esa señal que el instrumento recibe, interpreta y utiliza para generar datos que son útiles a los científicos e ingenieros”.
El diseño que probó en la Antártida, explicó el científico, es importante ya que constituye uno de los pocos desarrollos en Argentina de este tipo de instrumental. “En general, las ionosondas son equipos muy costosos que solo son fabricados en pocos lugares del mundo, principalmente EEUU, Canadá e Italia. Esta ionosonda, totalmente desarrollada en Malargüe, va a permitir disponer de un instrumento nacional mucho más accesible y también el desarrollo de tecnología y conocimientos locales”.
Gracias a las ionosondas, enfatizó Travaini, se puede estudiar el comportamiento de la ionósfera que tiene efectos sobre las comunicaciones de radio, las señales de GPS y de satélite. “En ocasiones, la afectación a la ionósfera puede degradar la precisión en el posicionamiento de los teléfonos celulares o la disrupción de las comunicaciones. Incluso tiene efectos sobre la órbita de algunos satélites. Asimismo, es importante el estudio de la ionósfera para su mejor comprensión desde el punto de vista científico”.
Ésta es la primera vez que el joven científico viaja al continente antártico, “a mediados del año pasado recibí la invitación de parte del Instituto Antártico Argentino, a través de la doctora Gulisano y el ingeniero Ochoa, para participar en la campaña antártica de verano CAV23/24. En los meses de febrero y marzo puede hacer este viaje que, además, era un gran anhelo que tenía: conocer, trabajar y aportar a mi país en la Antártida. La experiencia fue fabulosa. El lugar es impactante desde lo natural y también genera un gran desafío trabajar allí por la logística que requiere y el clima adverso que impera. Sin embargo, estas dificultades son las que hacen que este viaje sea único”.
Por último, el ingeniero Travaini aprovechó para realizar algunos reconocimientos: “Quiero aprovechar la oportunidad para agradecer al Observatorio, sus directivos y su personal científico/técnico por el apoyo para poder realizar este viaje. Y me gustaría resaltar el apoyo recibido por parte de mi familia, especialmente mis padres que me inculcaron desde niño la curiosidad y el estudio, y colegas para poder realizar el diseño y fabricación de la ionosonda, en un proceso que lleva ya 4 años de existencia y continúa”.