Días atrás, en el acto del Día de la Bandera muchos chicos tuvieron un momento especial porque juraron la lealtad a esa bandera que nos representa y por la que tanto orgullo sentimos. Pero en ese acto se dio una situación que es la que vengo a contar en estas líneas, según mi interpretación.
En ese acto actuaban chicos de jardín y expectantes estaban sus padres, quienes los habían preparado para la ocasión. Sin embargo, un nene no quería salir a escena, sabía que faltaba poco tiempo para actuar pero no se sentía preparado y si bien sus padres estaban cerca, a quien tenía al lado era a su seño.
Mientras el resto del acto continuaba y con la mayoría de los ojos puestos en lo que ocurría en lo que podría llamarse el escenario, a un costado se daba esta situación… la cual para muchos no existió, porque no le prestaron atención.
La seño intentó hablar con el nene pero el miedo le ganaba y no quería actuar. Hasta que algo pasó, la seño, la cual estaba a la misma altura que el nene, lo abrazó y ese abrazo fue correspondido por esos brazos cortitos. Siempre dicen que para calmar a un bebé hay que ponerlo sobre el pecho, para que sienta el corazón…. Quizá venía por ahí.
El acto continuaba, mientras que ese niño y su seño, de los cuales desconozco sus nombres, seguían en esa conexión donde de a poco… con ese abrazo…. las piezas de ese niño volvieron a unirse…
Hasta que en un momento llegó el turno de actuar, y ese nene ya con la confianza necesaria salió a lucirse, quizá su seño lo necesitaba a su lado e hicieron un trabajo en equipo…
Hoy estamos acostumbrados a escuchar a algunos actores sociales, representantes… que nos quieren hacer perder la empatía, que buscan que nos terminemos peleando unos contra otros. Nos quieren instaurar la rivalidad donde prevalece el fanatismo. Pero no tenemos que dejar de perder nuestra esencia…
¿A cuántos padres les cuesta dejar a sus hijos chiquitos en el jardín? Y cuando logran romper esa barrera es porque confían en quien está a cargo. Son estos docentes a los que les tenemos que agradecer y valorar lo que hacen, porque a ellos no les pagan por unir las piezas de nuestros hijos. Sino que lo hacen porque dan amor y eso es impagable.
Pero a medida que los niños van creciendo suele pasar que esa unión comienza a cambiar y hoy es moneda corriente escuchar cómo los alumnos les faltan el respeto a sus profesores. Entonces ¿dónde se dio ese cambio? ¿En la casa? ¿Cómo es que pasamos de ese chico que necesitaba la protección de su seño a un chico que pasa a dañar a un docente? Varios padres no lo saben seguramente, pero muchos de sus hijos les faltan el respeto a sus profesores en la escuela. O quizá prefieren no saberlo…
¿A qué es lo que voy con todo esto? No perdamos nuestra esencia, acá somos pocos y nos conocemos. Trabajemos como padres para devolverles a esos docentes ese amor que le han dado a nuestros hijos.
Incluso, quizá algunos docentes también necesitan de un abrazo… para que sus piezas vuelvan a unirse.