Por Francisco “Pancho” Parada
Los versos de una conocida chacarera del poeta santiagueño Pablo Raúl Truyenque
Dicen:
La vida me han prestao
Y tengo que devolverla,
Cuando el creador
Me llame para la entrega.
¡Qué mis huesos, piel y sal
Abonen mi suelo natal!
Quizás estos versos nos sirvan para sintetizar los sentimientos que como malarguinos hemos vivido por la partida hacia la eternidad del poeta y recitador Asencio Villar.
Asencio Villar fue el genuino representante de una época malargüina que ya es parte del pasado. Él y muchos otros que le precedieron en la partida (como Los Hermanos Urquiza, Oscar Arcangeoletti, Juan Carlos Cuello, etc) son de aquel tiempo; en donde la guitarra y la tonada, a modo de serenata, interrumpían la monotonía de las noches malargüinas. La serenata rondaba por las calles y concluía en el trago amigable de un puñado de cuyanos que amaban la tradición. Esta fue la generación de folkloristas que permitió el nacimiento del Festival del Chivo hace muchos años. Festival que en sus orígenes lo tuvo a Asencio como hacedor y partícipe activo, y que por muchas ediciones con sus coplas amenizaba en el escenario mayor. Escenario que con total justicia hoy lleva su nombre.
Asencio Villar era hijo de Juan Villar Pérez, quién fue policía por muchos años en el paraje El Sosneado y de Alfonsa Romero una guapa campesina. Así lo recordaba él en versos:
Mi madre jue campesina,
Me alegro cuando lo pienso,
Yo nunca me avergüenzo
Que me crió en una chigua.
En el puesto Arroyo La Manga y en el pequeño caserío del Sosneado, Asencio pasó parte de su infancia. Allí supo de la vida de campo, mamó la inmensidad y la belleza del paisaje, escuchó mil historias y en “el boliche” del Gringo Aznarez vio pasar cientos de paisanos que llegaban a comprar sus cosas o a tomar la vuelta:
Barcito, piso de tierra,
Alumbrado por la chonchona
Con música de vitrola,
Y palenque en la vereda.
El de porrón de ginebra
Y de la dueña cantora.
Cursó sus primeras letras en la escuelita del paraje, la que él describía como un simple rancho. Allí en ese sencillo colegio aprendió las primeras poesías y comenzó a recitar en los actos patrios. Además de asistir a la escuela, trabajaba en el almacén y concurría a la policía para aprender telegrafía. Como suele ocurrir, el tiempo se le escapó casi sin darse cuenta y antes de concluir su escuela primaria se viene a vivir a Malargüe. Aquí ingresa a la escuela Rufino Ortega en donde el corazón se le llenó de poesía, versos y nostalgia.
Me trajeron al poblao
Pa concurrir a la escuela
De sombrero, corralera
Y un pañuelito bordao
Que dispues quedó olvidao
Por culpa de una corbata
Y cambiaron mi bombacha
Por un pantalón cortao
Y entre zapatos lustraos
Gambeteaba mi alpargata.
A los 15 años ingresó a la Policía de Mendoza como radiotelegrafista y en el año 1.961 se incorpora al aeródromo de Malargüe en donde se jubiló en 1.985.
Desde su juventud, Malargüe lo vio animando peñas, actos y distintos festejos departamentales; en el cual “mate cocido” (ese era el apodo entre sus amigos) era la figura infaltable. En 1.982 cuando se realiza por primera vez la Fiesta del Chivo, Asencio, fue uno de los organizadores más destacados: “Me vieron los chicos del Trío Mañana, Juan Carlos Olivares, Pato Celiz y el Juanjo Rivero. Me fueron a hablar para que yo lo organizara, fuera el locutor todo…fuimos a hablar con Santiago que estaba de Intendente y la María Inés en Cultura, así que lo hicimos. ¡Todo a pulmón![1]
Asencio Villar, fue un indiscutido hombre de la nuestra cultura, su poesía fue reconocida en concursos nacionales y provinciales. En sus versos hay profundidad, síntesis, descripción y sobre todas las cosas, identidad:
Malargüe, perla de Los Andes,
Mi tierra arisca y romántica.
La de otoño con escarcha
Y los vientos estivales.
Donde el sol es más grande
Y la luna más blanca.
De su obra nos quedó el libro “La Razón de mi Canto” y el cd. “Asencio Villar, 50 años con la poesía” además de un libro inédito y de una infinidad de poesías que su familia y sus amistades conservaran por siempre.
El gran poeta ya descansa en nuestra tierra, su despedida final fue en una extraña tarde nublada de diciembre, que hasta parecía pintarse de tristeza. Un puñado de familiares y de amigos le dio el último adiós. Y tal cual había sido su pedido, unas nostálgicas guitarras le dedicaron la última serenata. Allí los cantores respetuosamente improvisaron este cogollo:
Asencio Villar mi amigo
Mire lo que ha conseguido,
Que le cantemos tonadas
El día que se nos ha ido.
Asencio Villar se nos ha ido pero ha quedado entre nosotros, los poetas nunca mueren viven por siempre en el legado de su poesía. ¡Pedimos el eterno descanso para él, la sana resignación a su familia y para nosotros la obligación moral de seguir cultivando la semilla que el sembrara!.
[1] Entrevista realizada en diciembre de 2012.