Distinguida por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por su acción a favor de la libertad de expresión y su llamado a la no violencia y agresión política, Hilda Molina y Morejón visitó nuestro departamento.
Muchos recordarán su caso, cuando la presidente Cristina Fernández de Kirchner pidió personalmente a Fidel Castro que la dejara salir de Cuba, donde se encontraba desde el año 1994, para reencontrarse con su familia que reside en nuestro país. Finalmente, luego de arduas negociaciones, en el año 2009 pudo unirse nuevamente a su madre, su hijo y sus nietos.
En diálogo con Malargüe a Diario, contó que antes de ser conocida por su activismo ya había sido destacada a nivel mundial por ser una de las fundadoras del Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN).
De aspecto delicado y hablar pausado, relató que una vez llegada al país, y luego de atender los últimos años a su madre enferma, se dedicó a hacer llegar su mensaje. “Yo tenía que hacer algo. El que lo quisiera oír que lo oyera porque aprendí que no hay que imponer nada, menos ideas. Yo solo cuento mi vida, narro mis aciertos y errores”, señaló.
Molina explicó que la ruptura con el régimen cubano se produjo cuando se pretendía convertir el centro, que ella había ayudado a crear, en un lugar exclusivo para los extranjeros, quienes pagarían por atenderse allí. “Intenté que no se robaran el centro porque lo habíamos creado para los cubanos, pero luego vi que no había arreglo”, indicó.
Entonces, ahí fue cuando creó la Fundación en Defensa de la Familia, que fue declarada ilegal y subversiva por el gobierno cubano. Esta organización se dedica a trabajar por lo que su impulsora cree que son los pilares de cualquier sociedad civilizada: la familia, la libertad y la doctrina del amor. “Los seres humanos podemos vivir sin pelearnos sin declararnos enemigos”, postuló.
Ella aclaró que había vivido y consagrado su juventud a un sistema en el que creyó y que hoy “es un discurso, más que un sistema”. En este sentido, resaltó que “es muy importante no solo la libertad de expresión, sino evitar los discursos políticos y sociales que presenten a los otros como enemigos, cosa que arruinó a muchas familias cubanas cuyos familiares decidieron emigrar a los Estados Unidos”.
Esta reconocida médica también habló de los derechos del pueblo cubano. “Los trabajadores son explotados, no tienen derecho a huelga, a protestar, ni a votar en elecciones libres y reales. Por eso, no confío en que el histórico abrazo entre Obama y Raúl Castro vaya a mejorar mucho la situación de ese país, ya que en todas esas negociaciones nunca se habló de ampliar libertades y derechos a cambio de levantar el bloqueo”, expresó.
“Todo el mundo dice que es un milagro que ellos dos se hayan dado la mano, pero yo me quedé sorprendida de semejante superficialidad. Los Castro quieren que los norteamericanos inviertan porque ya hace rato que en Cuba hay capitales europeos y de otros lugares del mundo y, de esa manera, los trabajadores cubanos son explotados”, agregó.
Luego de romper relaciones con Fidel Castro, Molina renunció a su puesto de directora en el centro de salud neurológico y aprovechó que su hijo estaba en el extranjero para no permitirle volver a Cuba, ya que tenía miedo a las represalias que pudieran tomar con los miembros de su familia.
Su hijo, también médico, está casado con una argentina por lo que se quedó en nuestro país. Casi quince años pasaron hasta que pudo verlo y conocer a sus nietos. “Cuando ellos nacieron no me dieron el permiso para salir y los conocí cuando ya tenían 8 y 14 años. Nunca los pude cargar de bebés, no los vi crecer, en momentos sentí que me quitaban la vida de a trocitos”, se lamentó.
En el 2008, Raúl Castro dio permiso a su madre para salir del país. Un año más tarde, se enfermó gravemente y empezó a pedir por su hija. Allí comenzaron las negociaciones para que Molina pudiera viajar a ver a su mamá. “En ese momento, volvió a intervenir la prensa internacional y fue decisiva la intermediación de Benedicto XVI, la presidente Cristina Kirchner, los reyes de España y muchos otros mandatarios y obispos católicos cubanos, para que me dieran permiso. Fue un verdadero milagro porque no murió ese día, la pude llevar a mi casa muy viejita, muy enferma y la tuve cinco años conmigo”, dijo emocionada.
En referencia a ese milagro, justamente, ella comenzó su reencuentro con la Iglesia Católica ya que, luego del triunfo de la revolución, pasó más de veinte años alejada de su fe. “La religión dejó de ser parte de mi vida pero sentía una angustia que, al cabo de un tiempo, me di cuenta que era el vacío de quien ha conocido a Dios y se ha alejado de él. Mi madre, con varias armas poderosas como el amor, la oración, su ejemplo, me fue acercando de nuevo a la fe”, destacó.
Por otro lado, con respecto a cómo sería una transición democrática en su país, Molina opinó que “los cubanos están dañados porque no se puede vivir medio siglo sin libertad pero puede haber un milagro, trabajando poco a poco con el pueblo, sobre su alma, haciendo esto mismo que hacía yo en Cuba cuando daba charlas a escondidas aunque, a veces, no me dejaban salir de mi casa o me golpeaban, porque sabían que era importante que hablara con los cubanos. El milagro puede suceder pero no lo van a hacer los Castro, las dictaduras no son reformables”.
Finalmente, manifestó que en su recorrida por nuestro país, ofreciendo su experiencia, pudo ver en los argentinos un pueblo precioso, muy parecido al cubano. “Dios les dio un país riquísimo y con la inteligencia que tienen los argentinos pueden llevarlo por los mejores caminos, para lo cual es necesario que la gente no se pelee”, reflexionó.