Quienes integramos esta institución, consideramos necesario aclarar algunos puntos, ya que, sin temor a exagerar, creemos que el artículo nos dejaba muy mal parados frente a la comunidad, poniendo además en tela de juicio la legitimidad de nuestro histórico reclamo por un edificio escolar. Lo hacemos a través de este medio por una cuestión de mero espacio, para poder argumentar con holgura sin tener que limitar el desarrollo de la nota; creemos no equivocarnos al suponer que entre imágenes y palabras se excedería el espacio permitido para un derecho a réplica en un medio impreso. Por lo demás, tenemos la total certeza de que tal periódico quincenal, en virtud del carácter pluralista que lo caracteriza, no hubiera tenido ningún inconveniente en publicar este descargo en sus páginas.
En primer lugar, el artículo mostraba una foto del terreno -que efectivamente pertenece a la escuela Pierini- y que graficaba la idea de: “pese a ser un establecimiento técnico agropecuario en lo años de vida que tiene no ha realizado ninguna labor en el terreno de unas dos hectáreas que posee.” Cualquier lector con una inteligencia medianamente avisada se habrá preguntado, ¿y durante todos esos años nunca fue apercibido ningún directivo desde la DGE por inoperancia y a la vez emplazado de manera perentoria a trabajar dicho terreno? La respuesta es: no. El gobierno no lo ha hecho, y nadie tendría el descaro y la desfachatez de hacerlo.
En primer lugar, porque reprocharle a la escuela Pierini el no haber trabajado ese terreno, sería como si un intendente le objetara a un miembro de un barrio municipal el no haberse esmerado en delimitar, sembrar, y regar el jardín de su futura casa, cuando dicho vecino en más de diez años de promesas incumplidas no tuvo noticias ni de un mísero ladrillo para la construcción de dicha vivienda.
En segundo lugar, el artículo omitía groseramente que desde su creación, la escuela sí realiza sus labores y prácticas agropecuarias en las siete hectáreas que actualmente comparte con la escuela primaria. Una aclaración sobre este tema. El terreno que pertenece a la DGE en La Junta y que abarca a las dos escuelas posee aproximadamente nueve hectáreas; según plano mensura N° 2450 , de las nueve hectáreas totales, la primaria dispone de unas 7 (siete) mientras que la secundaria de 2 (dos). Eso atañe estrictamente a los planos. En la realidad del día a día y desde sus comienzos, las siete hectáreas de la primaria, delimitadas con tela romboidal han sido compartidas con la secundaria desde su creación. Es allí donde están ubicados los módulos donde dictamos clases, la cancha donde los alumnos juegan, y también la tierra de cultivo donde realizan sus tareas. Jamás se ha planteado desde el gobierno una prohibición para trabajar en esa parcela, todo lo contrario, desde supervisión e incluso en una reunión reciente, siempre se han fomentado las tareas agrícolas y pecuarias tratando de apuntar a una convivencia armoniosa con la escuela primaria. Algo más, si comienzan a materializarse las promesas de una inminente construcción de la escuela para el año que viene, ello traerá aparejado seguramente un replanteo en la utilización de esas dos hectáreas “exteriores” al perímetro delimitado que hasta hoy hemos habitado.
La nota también incluía una propuesta insólita; construir el edificio en la ciudad de Malargüe y que la escuela Pierini se fuera de La Junta. El argumento para ello: “la mayoría de los chicos viajan todos los días desde nuestra ciudad de Malargüe”. Nos parece un hecho saludable que sean numerosos los alumnos de la ciudad que nos eligen como opción educativa, incluso cuando superan en número a los provenientes de La Junta. Como bien dijo el ex-director Osvaldo Oliva en entrevista que mantuviéramos en su casa con motivo de este artículo, “un polo de desarrollo no se construye haciendo que la gente abandone su distrito para ir a la ciudad con el fin de poder cursar sus estudios secundarios”.
Compartimos la opinión de Osvaldo, ya que la tarea de potenciar un paraje implica invertir en uno de sus principales pilares sociales: la educación. Soñamos con una gran escuela que genere la migración de chicos de la ciudad, atraídos no sólo por el perfil agropecuario de la institución, enclavada en un lugar ideal para sus prácticas de campo, sino además por la capacidad edilicia para contenerlos y albergarlos en condiciones dignas.
Otros de los argumentos para poner en duda la construcción de la escuela es que “son pocos los alumnos que egresan de la escuela primaria Petroleros del Sur que luego son contenidos por la secundaria”. Claro ejemplo de usar el efecto como causa; justamente, en vista al problema edilicio que estamos exponiendo, es algo natural y lógico que en ciertos casos, no sean muchos los alumnos (provenientes de La Junta o de cualquier primaria de Malargüe) que podamos contener en nuestros precarios módulos, incluso ahora que se creó una nueva división de primer año. Y además, una vez finalizada la primaria, cada alumno en acuerdo con sus tutores, tiene derecho a elegir la escuela secundaria que más se ajuste a su expectativa de estudios.
Párrafo aparte merece el muy poco feliz –por no decir malicioso- recurso de traer a colación uno de los casos más atroces que ha conocido no sólo La Junta, sino todo Malargüe en los últimos años, para hacer un comentario sobre la capacidad de la escuela en el egreso exitoso de sus alumnos. El artículo citaba un solo ejemplo, nada menos que este macabro policial: “tanto Maribel Marcuzzi que murió degollada por su pareja, como éste y otra persona más que estuvo en el hecho, pasaron por sus aulas pero no lograron la terminalidad del nivel.” ¿Había necesidad? No es que el dato falte a la verdad, en absoluto, pero deja una impresión horrible al lector sobre nuestra institución; retrata a nuestra escuela poco menos que como un semillero de agro-criminales con especialidad en degüello. Creemos que fue un dato tristemente innecesario. Como si para hablar del nivel de egresos de la escuela Aborigen Americano citaran como único ejemplo ilustrativo el caso de Nélida Villar, ¿justo ese solo? O bien tratándose de la Escuela Minera citaran como único ejemplo de no-egresados el caso de algún alumno que decidió poner fin a sus días ahorcándose.
Creemos que a través de estas analogías, nuestros colegas de otras escuelas podrán comprender lo penosas que nos parecieron esas líneas en particular.
Afortunadamente, los ejemplos de alumnos que pasaron por nuestras aulas y en donde triunfó la vida, el esfuerzo, y el éxito académico, superan ampliamente los casos excepcionalmente negativos como el nombrado en el periódico. Sólo por mencionar algunos: Ariel Hurtado, Silvina Alcalde, Franciso Estive, Cintia Baigorria, Edgar Flores. Nombres de excelentes alumnos que honran nuestra institución, que realizaron estudios terciarios y universitarios, y que además ejercen en ámbitos laborales como la Incubadora de Empresas, INTA, Agroveterinaria El Litoral, e incluso llegando a ser docentes de la escuela secundaria que los vio formarse.
Nos enteramos en la nota de este periódico sobre un grupo de anónimos, cuya existencia hasta ahora desconocíamos, llamados “los detractores de la construcción de la escuela”, quienes sostienen: “lo que los docentes defienden es mantener el adicional por albergue”. Sinceramente, sin saber si tales detractores habitan o no en La Junta, pero evocando el largo historial de precariedades que venimos padeciendo desde hace dieciséis años y que son de público conocimiento, nos preguntamos: ¿qué clase de persona puede conspirar a través de la opinión para evitar la construcción de una escuela secundaria? , ¿A qué clase de persona se le ocurre rebajar el legítimo derecho a un edificio escolar digno al más mezquino y vulgar afán de lucro? Sería bueno saber sus nombres así los damos a conocer a la sociedad y además les exigimos que respondan públicamente por sus dichos.
Para finalizar, previo a la redacción de esta nota se realizaron entrevistas informales con actores de la escuela primaria y secundaria, y advertimos que existen entre ambas instituciones ciertas discrepancias propias de la convivencia. Procederes y pareceres encontrados que han marcado sensiblemente la relación entre ambas. Sin embargo queremos recalcar algo, también vimos una intención mutua de revertir dicha situación y una saludable predisposición al diálogo. Sepa el lector que más allá de cualquier intento de deslegitimar nuestro reclamo a través de comentarios anónimos y de subtítulos con preguntas retóricas, no abdicamos de nuestro pedido por un edificio digno. Mientras tanto la Pierini resiste, la Pierini se defiende.
Carta al lector firmada por: Cristian, Mercado (Director), Martín Gulbi (Regente). Docentes, MEPs, preceptores y celadores: Anabel, Villalobos, Marcelo Blajevitch, Alejandro Formini, Damián A. Moraga, Eduardo Pérez, Valeria Mendoza, Miguel Molina, Francisco Riquelme, Cristian Cara, Rodrigo Ramírez, Natalia Pantaley, Mabel Oliva, Juan Pablo Carballo, Andrea Garcia, Adrián Yarrach, Arcanyoleti Viviana, Mauricio López, Clara Baigorria, Rodrigo Paltrinieri, Cinthia Baigorria, Laura Zamora, Marisa Villarruel, Fernando Cantero, Marcelo Pérez, Raúl Bonino, Gabriela Gulbi, Fernanda Lucero, Luis Álvarez, Picco Débora.