Tal fue el flechazo de este porteño con nuestro terruño que puso un negocio en pleno Buenos Aires llamado “Malargüe, bar de montaña”.
Es de público conocimiento que quien conoce Malargüe nunca vuelve a ser el mismo, algo difícil de explicarlo con palabras sucede, eso es un hecho.
Y la historia de Antonio Rossi es un claro ejemplo de ello. Porteño de pura cepa, licenciado en comercio internacional, en 2014 fue invitado a participar de la expedición al avión de los uruguayos, junto al local Juan Ulloa.
Ahí conoció la montaña y fue amor a primera vista. También se enamoró de los malargüinos, “tengo muchos amigos allá, ahí empecé a ir todos los años a realizar la misma expedición”. Luego de algunas temporadas de frecuentar esta tierra, entabló una profunda amistad con Juan, “nos hicimos muy amigos y me dio la oportunidad de armar un grupo para llevarlos a realizar aquella proeza. Todos los marzos armo un grupo y hacemos esa expedición, junto a Juan”.
Antonio viene religiosamente todos los años a Malargüe y, algunas veces, viene en varias oportunidades un mismo año, “me encanta, tengo un gran cariño que me llevó en 2019 a abrir un bar en el barrio de Caballito al que le puse “Malargüe, bar de montaña” y estaba ambientado como Malargüe”.
Por cuestiones del destino y no tanto, Antonio tuvo que cerrar el emprendimiento, la pandemia lo llevó a esta situación. “Resistí un año y medio sin poder trabajar, prácticamente, y lo tuve que cerrar, me estaba endeudando muy fuerte, fue una pena, duró poco. Tenía un mural pintado como la entrada de Malargüe, donde se ve escrito su nombre sobre la montaña, con el cerro Sosneado de fondo”.
Y esta generosa tierra impulsó a Antonio a entrenar para llegar a la cumbre del coloso de América en el 2022, con sus imponentes 6.961 metros sobre el nivel del mar, “fue un sueño de mucho tiempo. En el 2015 veo, por primera vez, cara a cara el Aconcagua y decidí que quería hacerlo. Sentí que era imposible y eso me motivó más a hacerlo, me encantan los desafíos. Me entrené en Malargüe, primero porque fue el primer lugar donde conocí la montaña, lo conocí a Juan que es mi maestro de la montaña y me pareció el lugar perfecto para prepararme, más allá de los años de entrenamiento que lleva lograr sentirte listo para hacer algo como el Aconcagua”.
Los días que estaba en la ciudad, Antonio salía a correr trazando una ruta desde donde estaba hospedado, que era en el refugio de Juan, hasta la ruta 40, corría hasta la entrada de Malargüe y se ponía a hacer ejercicio. También iba varias veces a andar en bicicleta con Juan por la ruta, subió el Cerro Colorado dos veces y una vez el Payún Liso, además de realizar la expedición al Valle de las Lágrimas varias veces, “toda esa experiencia me ayudó a prepararme. Después terminé mi entrenamiento en la zona de Penitentes y, finalmente, ascendí”.
Hoy día, Antonio promociona su primer libro, “Sueña Alto”, donde cuenta su historia de superación, supervivencia, amistad y resiliencia pero también de amor por el lugar que cautivó su corazón y cambió el rumbo de su vida: Malargüe.