Representaron a Malargüe en uno de los desafíos más exigentes del triatlón y compartieron sus vivencias, emociones y aprendizajes tras cruzar la meta.
El pasado fin de semana, en la provincia de San Juan, se celebró una nueva edición del Ironman 70.3, uno de los eventos más importantes del triatlón en Sudamérica. En representación de Malargüe, José Luis Huenumán y Rubén «Chino» Riveros lograron finalizar la exigente competencia, que incluye 1.900 metros de natación, 90 kilómetros en bicicleta y 21 kilómetros de pedestrismo. Ambos destacaron no solo el logro deportivo, sino también el camino recorrido para alcanzarlo. También participó en representación de nuestro departamento Macarena Martínez
Para Huenumán, esta fue su segunda participación en un Medio Ironman. «El primero lo corrí en noviembre de 2024 en Buenos Aires en 6 horas. Ese me costó muchísimo, pero aprendí cómo se tenía que correr este tipo de carreras», recordó. En San Juan, su objetivo era mejorar su tiempo y lo logró con creces: “Fui con la idea de correr en 5 horas 30 minutos y terminé en 5 horas 11 minutos, que para mí fue una verdadera alegría”. El triatleta malargüino destacó la importancia del entrenamiento y la preparación mental: “Mi entrenamiento consiste en entrenar 6 días a la semana, un total de aproximadamente 20 horas. El mes antes de la carrera es lo más complicado, son esos días que te cuesta entrenar doble turno. Pero ahí es donde te hacés más fuerte”.
Riveros, quien debutó en esta distancia, también subrayó el nivel de exigencia que implica esta competencia: “Estas son preparaciones muy largas. Conllevan muchas horas en bicicleta, natación, correr; los entrenamientos están armados para poder llevarlos a cabo. Hay que entrenar también la parte de la alimentación, la hidratación, la técnica en aguas abiertas. Es una preparación integral”. En cuanto a su desempeño, explicó: “Terminé muy bien porque cumplí a rajatabla con la alimentación y la hidratación. Al tercer día ya estaba pedaleando de nuevo y, al cuarto, corriendo”.
Ambos deportistas agradecieron a quienes los acompañaron en este proceso. “Sin familia no hay Ironman, dicen por ahí, y es totalmente cierto”, aseguró José Luis. “Mi esposa, mis hijos que me dejan carteles antes de entrenar, mis amigos que tantas veces les digo que no a un asado. También a mi entrenador Hernán Sánchez y a mi nutricionista Marisol Pardo”. Huenumán recordó, además, cómo comenzó su camino deportivo: “Después de la pandemia pesaba 117 kilos. Empecé con la nutricionista y el gimnasio. Volví a andar en bici, a correr y cuando nadé en el mar por primera vez, me voló la cabeza. Me anoté en el Triatlón Vendimia y no paré más”.
Riveros también tuvo palabras de agradecimiento para su compañero: “A mi gran compañero José Luis Huenumán. Yo no contaba con una bicicleta específica para esta distancia. Él me dijo: despreocupate, te voy a prestar mi bici”. Además, destacó la emoción de ser seguido a la distancia durante la carrera: “Hay una aplicación del Ironman que te permite seguir en vivo a los participantes. Una persona muy importante para mí me siguió desde el exterior durante toda la carrera. El aliento se sentía en todo momento”.
Finalmente, ambos coincidieron en que la experiencia Ironman trasciende lo deportivo. “Los últimos 3 kilómetros te acordás de todo lo que te costó entrenar, de los días malos y buenos, de quienes están y de quienes ya no están. En cada carrera recuerdo a mis abuelos”, compartió José Luis. “Son muchas horas de hablarse uno mismo, de motivarse. Hay que hacerse amigo del dolor y seguir adelante”, completó “el Chino”.
Dos historias que inspiran, dos malargüinos que demostraron que con esfuerzo, disciplina y pasión, todo es posible. Y que, como ellos mismos dicen, cruzar la meta no es solo una llegada: es el resultado de un largo camino lleno de aprendizajes.