Foto: Gentileza Gisela Solís

Mujeres extremas, un sueño cumplido

Un grupo de veinte mujeres tuvo una idea, la de realizar el camino hacia ese lugar en la cordillera, mundialmente conocido por ser el punto donde cayó el avión en el que iba un grupo de rugbiers uruguayos, luego conocido como “el milagro de Los Andes”. La historia recorrió el mundo y mucha gente vuelve a ese lugar para recordar una historia de valor, amistad y supervivencia.

Sandra Videla, Gisela Solís y Graciela Pantaley, miembros del grupo que realizó la excursión relataron a Malargüe a Diario que la idea surgió de manera espontánea en el grupo, por lo que contactaron al guía de montaña Juan Ulloa y de allí comenzaron un entrenamiento que les llevó varios meses, ya que algunas chicas no tenían experiencia en este tipo de actividades. Si bien el grupo está comprendido por un grupo mayor, fueron quince las que realizaron el ascenso. Salieron el día 22 de enero y regresaron el 24 del mismo día, descansando la noche del 23 en un campamento para proseguir con el itinerario.

El camino les presentó obstáculos, ya que un alud impidió que siguieran la ruta planificada y a causa del desvío hicieron otros 70 kilómetros, más del doble de lo planeado.  Hubo otros desafíos que de ninguna manera desalentaron al grupo, el hecho de exponerse a la altura, a tantas horas de caminata y la nevisca, la lluvia, el sol y el viento que las acompañó en esas horas de caminata.

“La motivación inicial fue la experiencia grupal, poder probarnos que nosotras también podemos, además tuvo algo de místico, el poder honrar lo que ahí había sucedido, ya que gran parte del planeta sabe lo que ahí pasó, fue una de las más grandes historias de supervivencia” explicó Pantaley.

Luego de haber llegado al campamento el grupo tardó casi seis horas en hacer cumbre, a 3700 metros sobre el nivel del mar. “El desafío se logra con preparación tanto física como mental, pero que se haría más difíciles de manera individual, por lo que el grupo fue muy importante por el apoyo de las compañeras” explicó Solís. La caminata requiere de una técnica y una organización donde se siguen los pasos de la compañera que lidera la fila, ella va eligiendo los pasos, de manera sincronizada manteniendo un metro de distancia, además es necesario coordinar respiración y el movimiento de los bastones, el tren se cierra con alguien que hace de “rastrillo”, según explicaron las entrevistadas.

Al llegar a la cumbre aseguran que cada una sintió el logro de manera muy personal,  ya que estaban motivadas por distintas inspiraciones. “Después de la experiencia ves las cosas diferentes, a veces le damos valor a cosas que no tienen importancia. Además, las guías nos sorprendieron con un regalo con fotos y cartas de nuestras familias” explicó Videla.

El grupo concluyó aclarando que no se denominaron “mujeres extremas” por  el peligro, sino por el apasionamiento. “Todas éramos apasionadas, todas habíamos logrado distintos sueños, como  profesión o familia y esto fue un sueño más, que nos unió a todas”, remataron.

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