“Porque creemos en los jóvenes, los queremos sin droga”

El 28 de octubre, en distintas escuelas del departamento, se realizaron unas jornadas de prevención a cargo de la red Pro-Vida del sur mendocino. Los disertantes fueron personas en recuperación y profesionales que conforman la comunidad “Cenáculo” de Buenos Aires.

Uno de los miembros de esa red en Malargüe, Mauro Pavez, manifestó a nuestro medio que la tolerancia a la marihuana es la puerta de entrada a muchas otras drogas que, lamentablemente, algunos ya la tienen a su alcance.

Asimismo, expresó que si bien se podrían dictar charlas informativas sobre qué es la droga, qué efectos produce, cuáles son los tipos de drogas y demás, decidieron ir puntualmente a las consecuencias que conlleva el consumo y, de allí, surgió la idea de los testimonios en primera persona.

Pavez aprovechó la oportunidad para agradecer a los medios y a las escuelas que les brindaron un espacio para llevar a cabo los talleres y pidió a las autoridades que actúen contra el narcotráfico. “No es una tarea aislada, es una tarea de todos; como ciudadanos, como padres, como familia, como hermanos debemos apoyar y tratar de despertar un poco a los jóvenes”, concluyó.

Malargüe y la prevención sobre las drogas

Hace unos años, el departamento contaba con un equipo de personas que apoyaban a quienes necesitaban ayuda para salir de cualquier tipo de adicción, pero desde hace un tiempo esto no se realiza con frecuencia.

Por eso, Pavez explicó que, luego de conocer el trabajo que realizan en el centro de día y de haber estado con personas en tratamiento, entendió que en Malargüe no se está haciendo nada por los jóvenes adictos. “Acá no hay apoyo de nadie, ni siquiera hay prevención”, sostuvo.

En este sentido, agregó que “se ha desentendido mucho a la juventud” y “ya no se puede esperar a que otro haga algo”, por lo que decidieron empezar a trabajar en el tema.

El rol de la familia

Más allá de como esté constituida, la familia desempeña un importante papel porque cada grupo trasmite valores, normas, costumbres, para poder convivir.

Cuando un individuo nace, de la familia depende proveer no solo los cuidados primarios como el alimento y la casa, sino el amor, la atención y el respeto necesarios, es decir, de un hogar en donde se pueda desarrollar íntegramente para que en el futuro sea un adulto feliz e integrado a la sociedad.

Es evidente que cuando falla alguna de estas cosas, los jóvenes emprenden un camino diferente al que deberían seguir, surgen los problemas con las adicciones y muchas otras lamentables situaciones.

Las acciones

El integrante de la red Pro-VidaPara contó que están desarrollando talleres todos los primeros y terceros sábados del mes desde las 10 en la escuela José Ranco, ubicada en la calle Carlos Jara s/n del barrio Los Intendentes.

Adelantó que la idea es llegar a brindar la internación a quien lo necesite pero, por ahora, el “Cenáculo” trabaja en el acompañamiento familiar.

La drogadicción en primera persona

Malargüe a Diario pudo dialogar con un miembro de la comunidad “Cenáculo”, Rubén Cabrera (46), quien después de 29 años de consumo decidió pedir ayuda y hoy puede decir, tras cinco años de tratamiento, que esa etapa de su vida es solo un mal recuerdo.

El hombre relató que tenía doce años cuando probó el “faso” por primera vez y confirmó que siempre hay alguien que te lo ofrece, que te dice que “no pasa nada” pero, con el tiempo, te pasa de todo y perdés un montón de cosas.

“Agarré la droga como un juego, como una diversión, pensé que yo la controlaba pero con el tiempo me di cuenta que no podía vivir sin la marihuana”, contó.

“Al principio, era una vez por semana, luego fui incrementando hasta llegar a consumir diariamente y ya no pude salir más”, apuntó.

Además, explicó que con el tiempo la marihuana ya no le hacía nada, se inclinó por otras drogas y  tuvo que mentirle a su madre. Varias veces cayó en el delito por no contar con el dinero para consumir. “Drogarte te lleva a la delincuencia, al alcoholismo y a probar nuevas drogas hasta que tocas fondo”, amplió.

Cabrera “tocó fondo” el día en que su hija le pidió que cambiara. Allí supo que para cambiar tenía que querer hacerlo y así fue que conoció a la comunidad, lugar donde está en tratamiento desde hace cinco años. “Si no pedía ayuda no iba a salir”, afirmó.

Muy angustiado reconoció que hoy sabe el mal que le hizo a otras personas al haberle ofrecido marihuana. “Encontré otra forma de vivir, he aprendido y conocido a vivir de otra manera, creo en Dios y en la Virgen que me ayudan a seguir”, enfatizó.

Finalmente, confesó que tiene un hijo en tratamiento desde hace un año y dijo que cuando éste ingresó a la comunidad manifestó haber entrado en la droga por las discusiones entre sus padres, por lo que descubrió que el problema, muchas veces, está en la casa, ya sea por falta de atención, de amor, de comunicación familiar o de cualquier otro motivo.

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