Por Francisco Parada
Los movimiento autónomos acaecidos en la América española en 1.810, habían tenido entre otras características, las de un marcado centralismo, pues todos ocurrieron en las ciudades capitales de las distintas regiones virreinales creadas por España en América. La primer ciudad que formó “una junta conservadora de los derechos de Fernando VII” fue Caracas, Venezuela, en el mes de abril de 1.810, seguida por la ciudad de Buenos Aires, en el Río de La Plata, en mayo, después Bogotá, en el Virreinato de Nueva Granda el 20 de julio y la ciudad de Santiago de la capitanía de Chile, el 18 de septiembre de 1.810.
El accionar de estas capitales que destituyeron virreyes, capitanes generales, etc. no fue siempre aceptado por el resto de las ciudades o pueblos del interior y el virreinato del Río de La Plata fue un claro ejemplo de esta situación. Córdoba, Paraguay y la Banda Oriental se opusieron a la junta formada en el cabildo de Buenos Aires el 25 de mayo de 1.810.
En una medida, que ha sido causa de muchos debates históricos, la junta autónoma decidió imponer su política con las conocidas campañas militares al interior, comenzando así las guerras civiles entre regentistas y autonomistas y profundizando la dicotomía entre el interior y Buenos Aires.
La Asamblea del año XIII tampoco pudo cumplir con el ideal del federalismo, especialmente por el creciente dominio de los alvearistas en la misma, no logrando uno de los principales objetivos de la línea lautariana que era declarar la independencia.
Una vez centralizando el poder, primero por Gervasio de Posadas, tío de Carlos de Alvear, y después por este último, quién aplicó una verdadera dictadura desde su cargo de Director Supremo, haciendo que las Provincias Unidas se perfilaran nuevamente hacia la guerra civil.Esta política centralista despertó el recelo de Artigas quien había sido declarado protector de los pueblos libres y extendía su dominio en la Banda Oriental, en las provincias del litoral e incluso con influencia en Córdoba.
Por suerte el Coronel Álvarez Thomas se sublevó contra la autoridad de Alvear, que lo había enviado a someter Santa Fe, y el poder, del otrora compañero de San Martín, tenía los días contados. Sin prestigio y con enemigos por todos lados, Carlos María de Alvear renunciaba a su cargo de del directorio. “Él había ofrecido poner todo el país bajo la bandera británica y ahora esta, benigna, protegía sólo su cabeza”.
Ya en 1.816 y con Álvarez Thomas como Director Supremo todo se perfilaba para un congreso federal y que declarase la independencia. Buscando este federalismo se eligió Tucumán para su realización. Un lugar que históricamente había sido unificador de las distintas regiones tanto de cuyo, el centro y el norte del actual territorio argentino y las del Alto Perú (hoy Bolivia).
El congreso no solo fue federal por el lugar geográfico en qué se realizó, sino porque, casi todas las provincias, salvo las del litoral, estuvieron representadas con sus mejores hombres. En su mayoría sacerdotes y abogados que habían estudiado en las universidades de Santiago de Chile, Córdoba, Charcas (hoy Bolivia) o Lima.
Fue federal, porque a pesar de los debates, que los hubo, no se consolidó la dicotomía provincias del interior contra Buenos Aires, sino que primó la idea de unidad. Pero, sobre todas las cosas fue federal, por que se eligió como Director Supremo, a un hombre de la primera hora de la historia nacional que se caracterizaba por su prudencia, su liderazgo y su patriotismo, y que en esos momentos era diputado por San Luis, Don Juan Martín de Pueyrredón. Con él a cargo del gobierno central, San Martín ya tenía asegurado una parte de su plan libertador.
Nuestra historiografía oficial esencialmente liberal y porteñista, ha dado mayor relevancia a la mal llamada Revolución de Mayo de 1.810 y ha postergando el congreso de 1.816 que fue sin dudas un acontecimiento sumamente más trascendental y que al decir de Joaquín V. González: “ha sido la asamblea más nacional, más argentina y más representativa que haya existido jamás en nuestra historia”. Quizás esto explique, de algún modo, porque tanto el centenario como el Bicentenario del 25 de mayo de 1.810 hayan sido festejados con mayor suntuosidad en comparación con los del 9 de julio de 1.816.